A Serrat le tiembla la voz, dice la niña de 8 años

De esos cantantes raros que no me gustaban. A Serrat le tiembla la voz, decía yo con 8 años. Como cuando íbamos corriendo por el patio del colegio gritando y dándonos golpes en la boca para que el alarido fuera a lo “indio” de las pelis del oeste. ¿Y por qué no pone la voz lisa?. Además desafina…

Pasaron los años y Serrat no acababa de convencerme, aunque había algunas cosas suyas que no podía evitar tener en la cabeza; “fa vint anys que tinc vint anys” era una frase que me gustaba desde que publicó el disco (cumplía yo 12 años). Ya entonces me gustaba jugar con las palabras.

Sabía que Serrat tenía algo más allá del la,la,lá y su polémica.
Hoy puede ser un gran día, Mediterráneo, Esas pequeñas cosas. Palabras de amor con Amaya de Mocedades, que escuché antes de la original Paraules d’amor (la sonoridad de esas palabras en catalán tiene algo que la hace aún más poética – recuerda a Els Fruits saborosos de Carner-).

Sin embargo, aún le tenía un poco de manía; era muy triste. Y los niños no tienen nostalgia (el registro histórico es corto…).

Serrat fa vint anys Storysinger Storytelling

No me puede gustar Serrat, piensa la adolescente

Reconozco que tenía algo que ver también el tema político. Yo vivía en Barcelona; de madre vasca, padre cartagenero-madrileño y hermanos, entre mallorquines y catalanes como yo. Una charnega de libro.

A veces el ombliguismo catalán me sacaba de quicio. Cuando se ponían en plan introspectivo para dar lecciones de no-se-sabe-qué, me producía mucho rechazo. Y como suele ocurrir, el rechazo salpicaba más de la cuenta.

Entendía la importancia de la cultura catalana, y sobre todo de su literatura, que tuve oportunidad de estudiar bastante a fondo en COU. Pero también entendía la importancia de los escritores de Valladolid, Oviedo o Granada. Es muy distinta su forma de escribir, sí. Hay en la corriente catalana más simbología, más imágenes, pero ¿Y qué?

En muchos momentos sentía que tenía que elegir excluyendo. Y eso cabrea,  porque veía el camino recorrido por mis padres (guerra + posguerra + vivir en varios sitios = cóctel de perspectiva y cultura) y entendía que la diversidad suma y la homogeneidad resta, sobre todo si es impuesta.

Así que  metí a Serrat en el saco del sectarismo que yo consideraba que había en el ambiente de la Cataluña de los años 80 (eso sí, sin dejar de escuchar Palabras de Amor). Y como a Serrat, metí unas cuantas cosas más, que años después fui sacando de nuevo para colocarlas en su justo lugar (la veteranía, supongo, es un grado…).

¿Por qué en Madrid quieren tanto a Serrat?,se pregunta la universitaria

Cuando llegué a Madrid, el primer baño de humildad fue en la facultad de Filosofía y Letras. Aquello era un mundo absolutamente distinto al que yo conocía hasta entonces.

La timidez me ancló a la última fila desde el primer día. Allí compartí pupitre y desayunos de bar con un grupo heterogéneo entre los que había personas de origen muy distinto al mío con los que rápidamente congenié.

Pronto descubrí el clasismo inverso. La niña fina que no dice tacos… en Madrid hace mucho frío para la niña fina de Barcelona… En fin; algún que otro  tropiezo hasta encontrar mi lugar…

La universidad me enseñó lo bueno que es el mosaico. Lo importante que es ser diferentes y aceptar esas diferencias. Y aprender, sobre todo. Se abría un mundo inmenso de opciones y, como siempre, la música andaba de telón de fondo. No concebía la vida de otra forma.

De padre pianista amante del jazz y la música clásica; de madre de guitarra clásica y fan de la canción francesa, tengo 5 hermanos mayores, de gustos musicales distintos y complementarios. Así conocí a Miles Davies, Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, Charles Aznavour, Bach, Beethoven y todos los clásicos, la Motown,  temazos discotequeros, rock sinfónico, Simon & Garfunkel, Sting, REM, U2, Queen, Dire Straits, Mocedades, La Mandrágora, ópera, pop-rock, bossa jazz, bossa nova y más.

Absorbí todo lo que me ofrecían ya desde casa y añadí lo de mi propia cosecha: britt pop, hip-hop, rap, blues, Mecano, Jamiroquai, Los Rodriguez, Squeeze, Aerosmith, Alanis Morrissette (mi diosa musical), y tantísimos otros.
El mosaico, como digo, me gusta 😉

Pero Serrat no estaba en la lista.

En cuanto a contar historias, diseccionaba las letras de Sabina, que me parecían la caña. Un poeta que lo mismo se marcaba una balada, que un rock, que un bolero, escupiendo mientras tanto sapos y culebras que siempre daban en el clavo.

Y entonces descubrí que en Madrid gustaba mucho Serrat. Al principio me chocó; pero lo entendí rápido. Bastó con leer un par de párrafos que me pasó un amigo escritos en un papel.

Al leerlos (¿he dicho ya que me gusta la poesía?) pregunté de quien era y me dijeron:

  • “coño, pues de Serrat”
  • pero, ¿qué Serrat? ¿¿el cantante??
  • “Pues claro, ¿es que hay otro?”

 Flipé. Otro convencionalismo que felizmente se rompía.

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Y pensé que hay que ser idiota. Idiota yo por haber sido como aquellos a quienes aborrecía: sectaria, parcial, ignorante; en definitiva, borrega.

A los 20 años no era demasiado tarde para destapar al genio. Empecé a valorarlo, pero no profundicé mucho. Había entonces tanto mundo por explorar…

Serrat le parte el corazón a la que hace casi 20 años que tiene 20 años

Fue cuando mi bebé tenía 1 año, yo 38 y Serrat ya hacía más de 20 que había pasado sus 20 + 20…

Fue ese día, sentada en el mostrador de mi tienda vacía, escuchando en Spotify Esos locos bajitos, cuando se me partió el corazón.

La tienda empezó a desdibujarse detrás de un montón de imágenes, escenas, momentos.
Ahí estaba todo.

Nunca la había escuchado de esa manera. Nunca me había fijado en todo lo que dice. No, no es sólo lo que dice. Es cómo lo dice. El momento exacto, el acorde exacto.

Él recoge su vida, que también es la tuya, y la suelta ahí encima, sin anestesia. No te da tiempo a reaccionar porque todo lo que oyes lo estás sintiendo .

¿Se puede remover más?
¿Se puede entrar más a saco en las emociones?
No lo creo.

No sé si os pasa, pero yo escucho Mediterráneo y vuelvo al principio, vuelvo al olor de los pinos y los piñones cerca del mar.
Vuelvo a volver.
Y sonrío. Porque sé que en realidad estoy volviendo a casa.

Storytelling, el arte de contar historias

Y eso que hace Serrat es Storytelling con mayúsculas, o Storysinging, supongo.

Eleva el costumbrismo a la estratosfera; hace magia con lo cotidiano. Y saca a la luz lo que estaba en el fondo del más olvidado rincón.

Te puede gustar más o menos su música o su voz, pero es el rey de las historias bien contadas. Para mi, se lleva de calle a todos los demás (que me perdone el gran Dylan, pero es que la lengua materna tiene una potencia descomunal).

Serrat es un poeta que ha bebido de tantos otros, pero tiene la particularidad de hacer que sus palabras entren en vena.

Así que mi yo de ahora se disculpa por mi yo de hace 30 años y se quita el sombrero ante este Maestro que es Joan Manuel Serrat

 

Blanca Francés

 

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